El ocaso del PRO: Milei ocupa la casa que construyó Macri

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La debacle del PRO, otrora fuerza dominante de la centroderecha argentina, parece haber alcanzado su punto de quiebre definitivo. En un giro que pocos hubieran anticipado hace apenas unos años, el partido fundado por Mauricio Macri se encuentra hoy eclipsado por el avance arrollador de La Libertad Avanza, que ha teñido de violeta al histórico amarillo, dejando al expresidente en un rol secundario y a su espacio político al borde de la extinción.

La alianza electoral entre el PRO y La Libertad Avanza, sellada por Macri y Karina Milei, marcó un antes y un después. Lo que comenzó como una estrategia para evitar una derrota humillante terminó por diluir la identidad del PRO.

 En la provincia de Buenos Aires, bastión histórico del macrismo, los principales referentes como Diego Santilli y Cristian Ritondo se alinearon con el oficialismo libertario, abandonando los símbolos y colores que alguna vez representaron a su partido.

La campaña actual no muestra ni un solo atisbo de amarillo. El PRO, en los hechos, se ha convertido en una franquicia libertaria, con dirigentes que adoptan el discurso, la estética y la lógica de Milei. La comparación con el club Villa Dálmine, de camiseta violeta, no es casual: el macrismo ha perdido su marca, su narrativa y su autonomía.

El acuerdo con los libertarios no solo implicó una cesión simbólica, sino también estructural. Macri entregó la “escritura” de la casa matriz del PRO, según se comenta en los pasillos políticos, en un intento desesperado por evitar un papelón electoral. La decisión generó fuertes tensiones internas.

 María Eugenia Vidal, por ejemplo, expresó públicamente su rechazo al pacto, mientras que Horacio Rodríguez Larreta fue contactado para explorar una alternativa de centro que nunca llegó a consolidarse. La fractura interna es profunda. El PRO ya no tiene conducción clara, sus dirigentes están dispersos en proyectos personales, y su base electoral se ha desdibujado.

La ocupación del PRO

La comparación con el antecedente de Eduardo Duhalde en 2005 es reveladora: al igual que el exmandatario peronista, Macri no logró disociarse del gobierno que alguna vez apoyó, y terminó cediendo ante una fuerza emergente que lo superó en capacidad de movilización y narrativa.

Mientras los extremos ganan terreno, la oferta moderada se muestra cada vez más débil. El centro político, que alguna vez fue el espacio natural del PRO, hoy aparece fragmentado y sin liderazgo. Los intentos de construir una alternativa entre el kirchnerismo y el mileísmo han fracasado, en parte por la falta de figuras con peso electoral y en parte por la polarización creciente que domina el escenario.

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