Un ‘especialista en violencia de género’ fue acusado de al menos 14 abusos sexuales

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El caso de Ramón Flecha, un destacado académico y autoproclamado defensor del feminismo, ha destapado un escándalo de abuso sexual que pone en evidencia un patrón sistemático de manipulación y explotación en entornos asociados a los defensores de la igualdad y el feminismo.

Según diversos testimonios, Flecha se valía de su posición de poder como docente para ganarse la confianza de sus alumnas, presentándose como un visionario del feminismo, para luego ejercer presión psicológica y jerárquica con el objetivo de obtener favores sexuales.

Este caso, que se suma a otros escándalos similares en el ámbito del progresismo político, revela dinámicas de abuso profundamente arraigadas en contextos de desigualdad de poder.

Las víctimas describen un modus operandi claro: Flecha manipulaba emocionalmente a sus alumnas, utilizando su autoridad para crear un entorno de dependencia.

| La Derecha Diario

Algunas denuncian haber sido obligadas a realizar actos como masajes en condiciones de desnudez o redactar correos detallando encuentros sexuales, bajo la presión de su influencia.

Los relatos apuntan a un sistema de premios y castigos: aquellas que accedían a sus demandas obtenían beneficios como becas, oportunidades profesionales o reconocimiento académico, mientras que las que se resistían enfrentaban humillaciones, exclusión o presiones psicológicas.

Este esquema de coerción, sustentado en la jerarquía académica, evidencia cómo el poder de estos ejemplares puede distorsionar las relaciones y perpetuar abusos. El caso de Flecha no es un incidente aislado, sino que se inscribe en una serie de escándalos sexuales que han sacudido a sectores del progresismo político en España.

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Ejemplos recientes incluyen las acusaciones contra Íñigo Errejón, exdirigente de Más Madrid, y casos de acoso sexual en partidos como la CUP y el PSOE. Estos episodios han generado un intenso debate sobre la contradicción entre los valores progresistas que estos actores dicen defender y las conductas abusivas que perpetúan.

En muchos casos, el discurso feminista o igualitario ha sido utilizado como una fachada para encubrir comportamientos predatorios, lo que agrava el daño a las víctimas y erosiona la confianza en dichas organizaciones.

La gravedad de estas denuncias subraya la necesidad de abordar las dinámicas de poder en instituciones académicas y políticas. La explotación sexual en contextos de desigualdad jerárquica no solo constituye una violación de los derechos de las víctimas, sino que también pone en cuestión los mecanismos de rendición de cuentas y prevención en estos entornos.

Este caso refuerza la importancia de implementar medidas efectivas para proteger a las personas vulnerables, garantizar investigaciones transparentes y sancionar a los responsables, sin importar su posición o prestigio.

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