La medicina argentina y años de hipocresía

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El Dr. Mario Lugones es un ministro de pocas palabras. Casi no tiene experiencia previa como funcionario, pero cuenta con una larga trayectoria asistencial y administrativa en centros privados de salud como el Sanatorio Güemes y la Fundación Favaloro. Es decir, conoce -y ha sufrido- los problemas sanitarios desde su esplendor hasta su decadencia.

Para definir al estado actual, afirma que la medicina argentina “está en terapia” desde hace años, y que ha sido conducida por “funcionarios que fueron muy hipócritas”. En la entrevista que concedió al AmCham Summit 2025, el ministro narró la historia del origen de las Obras Sociales (que no fueron creadas por el peronismo, como suele creerse erróneamente, sino durante el gobierno del general Onganía). Las obras sociales fueron la plataforma económica que les otorgó a los sindicalistas los medios para eternizarse en el poder (y no necesariamente le dieron salud a sus afiliados).

El ministro Lugones también señala la hipocresía de los gobiernos provinciales, que no invirtieron (ni invierten) sus recursos en salud, sino que lo delegan en la Nación. Considera que su misión es devolver la salud a las jurisdicciones, descentralizando la gestión y administración de los recursos. Y aclara: “un monotributista aporta 16.000 pesos por mes. ¿Ustedes piensan que se puede dar salud en serio por 16.000 pesos por mes?”

Obviamente, la respuesta es no. Concluye que, cuando los médicos y el personal de salud se quejan por lo poco que ganan, “tienen razón”, porque el sistema es hipócrita en toda su extensión. “No todo el mundo tiene derecho a todo”, afirma, para explicar que el populismo distorsionó al sistema sanitario.

Hipocresía es, según el ministro Lugones, la palabra que puede ¿describir o justificar? gran parte del fracaso en la salud argentina.

El gerenciamiento de parte del sistema confundió calidad asistencial con suntuosidad idílica. Una excelente excusa para construir metros y metros innecesarios de sedes administrativas que encarecen al sistema y nada aportan al cuidado de los pacientes… aunque sí benefician a otros intereses.

¿Cuántas veces se inauguró el Sanatorio Antártida? Para el 1° de abril del 2020 ya iban tres “reinauguraciones truchas” (titular de Clarín y LA NACION), la última con un “emocionado” presidente Fernández presenciando el acto .

Inaugurar clínicas, sanatorios y hospitales siempre “garpa”… ¿Y después? ¿Cómo se los mantiene? Esa es otra historia.

Un viejo axioma entre sanitaristas sostenía que lo mismo que cuesta edificar un hospital se gasta en los primeros cinco años de atención. No creo que esos guarismos hayan mejorado; probablemente, empeoraron.

Hoy hay hospitales públicos que son campos de batalla, y sanatorios con lujos asiáticos: habitaciones con plasmas descomunales y salas espaciosas propias de un spa… aunque resulta difícil conseguir una enfermera cuando hace falta. Hay edificios monumentales de prepagas y obras sociales en las zonas más caras de Buenos Aires que están semivacíos. Sedes administrativas de obras sociales casi ignotas tienen capacidad para albergar a todos sus afiliados (y sobra lugar).

Hay centros administrativos a lo largo y ancho del país, de proporciones colosales, que han costado fortunas y hoy tienen un uso nulo. ¿Lugares de 27.000 m² para albergar burócratas?

Están hechos con el dinero que usted, señor, y usted, señora, pagaron durante años para tener atención médica cuando no tuviesen los medios para solventar sus gastos de salud. Lo que podríamos llamar, sin eufemismos, el miedo al PAMI.

Hoy muchas prepagas o coberturas que prolijamente le cobraron su cuota por años pero le pagan a sus médicos más o menos lo mismo que el PAMI abona por una consulta. Esos dineros han desaparecido o se han convertido en ladrillos inútiles, en servicios superfluos. Y usted quedó preso de un sistema que lo tiene de rehén… por una cuota fija.

Lo banal es la regla. Lo esencial, accidental.

¿Quién cree que con 16.000 pesos al mes se puede contar con un servicio de salud lógico? Y también vale preguntarse: ¿qué atención médica se puede ofrecer si se pagan 9000 pesos la consulta, antes de impuestos y gastos administrativos, lo que reduce el valor real de la consulta a nada? ¿no es hipócrita pagar prestaciones por debajo de sus costos? ¿no es momento de repensar el sistema con una sana discusión de las partes en pugna, de actualizar al PMO (Programa Médico Obligatorio), de controlar que los recursos no caigan en excesos o gastos superfluos, de sincerar que algunas prácticas no pueden cubrirse en su totalidad?

Estos son algunos de los temas a los que el ministro llama hipocresía, aunque otros podrían llamarlo de forma menos elegante.

En los próximos meses habrá probablemente turbulencias en la salud argentina, y muchos de estos sistemas basados en la hipocresía van a caer. Y en su caída, arrastrarán a prestadores y afiliados: las mayores víctimas de esta hipocresía que –como toda hipocresía– solo podrá extirparse desenmascarando a quienes corresponda, aunque duela. Y sabemos que va a doler. Y dolerá mucho porque la cirugía será sin anestesia. No habrá plata para pagarla.

Miembro de Cameof


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