Marcha por la Vida 2025: un grito de memoria en el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz

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La movilización se realiza desde 1988 y reúne a sobrevivientes, jóvenes y líderes globales. Una delegación argentina participa junto a la sobreviviente del Holocausto Rosa Rotemberg.

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El complejo Auschwitz, símbolo del horror del holocausto.

Polonia, 24 de abril de 2025 – Bajo un cielo que de a ratos torna gris y que parece cargar con el peso de la historia, miles de personas se congregan hoy en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau para la “Marcha por la Vida 2025”, un acto de memoria que conmemora el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y la liberación del mayor símbolo del horror nazi. Entre ellos, una delegación argentina liderada por el Museo del Holocausto de Buenos Aires, bajo la conducción de Marcelo Mindlin y conformada un grupo diverso de humanistas, empresarios, periodistas, mujeres y hombres, acompañados por la sobreviviente del Holocausto Rosa Rotemberg, cuya presencia encarna la resiliencia y el testimonio vivo de la tragedia.

La Marcha por la Vida, que desde 1988 reúne a sobrevivientes, jóvenes y líderes globales, adquiere este año una resonancia especial. No solo marca ocho décadas desde que el Ejército Rojo liberó Auschwitz en 1945, sino que se desarrolla en un contexto de creciente polarización y un alarmante aumento del antisemitismo, exacerbado tras el brutal ataque perpetrado por Hamás el 7 de octubre de 2023 en Israel, que dejó más de 1.200 muertos, miles de heridos y cientos de rehenes. Este atentado, el más letal contra judíos desde el Holocausto, ha reavivado el trauma colectivo.

El recorrido, un acto de resistencia

El recorrido, de apenas tres kilómetros entre Auschwitz I y Birkenau, es mucho más que una caminata. Es un acto de resistencia simbólica. Frente al “Muro de la Muerte”, donde miles fueron ejecutados, la delegación argentina -una de las tantas aquí presente-, rinde homenaje. La mirada del conjunto, donde no falta la referencia a padres, hermanos y abuelos asesinados por los nazis, está cargada de memoria y conecta directamente con el horror vivido en estos campos. En Birkenau, ante la “Puerta de la Muerte”, se elevan plegarias y discursos que resuenan como un mandato: “Nunca más”. Entre los oradores, un sobreviviente nonagenario, cuya voz temblorosa pero firme recuerda las atrocidades del Holocausto, conmueve hasta las lágrimas a una audiencia que incluye desde estudiantes hasta primeros ministros. Este año, las palabras también aluden al horror del 7 de octubre, un recordatorio de que el odio sigue cobrando víctimas.

La delegación que llega de Buenos Aires (de las muchas que hay provenientes de la Argentina) no solo participa, sino que también reflexiona sobre el rol de Argentina en este contexto. “Como país, hemos acogido a sobrevivientes y también enfrentado el flagelo del antisemitismo, desde los atentados a la AMIA y la Embajada de Israel hasta expresiones actuales. Nuestra presencia aquí es un compromiso para educar y actuar”, destaca un miembro del grupo, mientras observamos las chimeneas derrumbadas de Birkenau, testigos mudos de la barbarie.

El lema de este año, “Honoring Their Legacy” (Honrar su legado), resuena en cada paso. Los sobrevivientes, como Rosa Rotemberg, y otros, muchos de los cuales podrían estar participando por última vez debido a su avanzada edad, son el corazón de la marcha. Sus historias, compartidas en encuentros previos organizados por el Museo del Holocausto de Buenos Aires, se entrelazan con las voces de quienes exigen justicia, recuerdan (que en latín significa “volver a pasar por el corazón”) que la memoria no es un ejercicio pasivo, sino un llamado a la acción. Para muchos, esto dispara el peso de trasladar estas voces al papel, especialmente la de Rotemberg, cuya fortaleza desafía a no olvidar.

El itinerario de estas horas no es solo espiritual; trata de un viaje que recorre algunos de los lugares donde se perpetró el hecho más dramático que marcó la historia contemporánea, la Shoa.

Hacia fines de 1944, la inminencia de la entrada del ejército aliado hizo que los nazis aceleraran el proceso exterminador. Así se crearon las tristemente famosas “marchas de la muerte” que consistían en el traslado de las víctimas a pie, desnutridos, enfermos, moribundos, de un campo a otro para evitar que fuesen liberados por los aliados.

Las condiciones eran tortuosas, infrahumanas, y en la inmensa mayoría de los casos: mortales.

Hoy esas “marchas de la muerte” se han resignificado, convirtiéndose en Marcha por la Vida. En la edición de 2025, la Marcha no es solo un evento; es un puente entre el pasado y el futuro. Mientras caminan, rodeados de banderas de decenas de países, el mensaje es claro: la memoria del Holocausto no pertenece solo a las víctimas o al pueblo judío, sino a la humanidad entera. Y por supuesto queda la misión: transformar el dolor de la historia en un compromiso vivo por un mundo más justo.

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