La noticia conmueve al mundo. El Papa Francisco murió en Roma a los 88 años, luego de ejercer su papado por 13 y se convirtió en uno de los líderes religiosos y políticos de los últimos tiempos.
Por supuesto, también la ficción se ocupó de él y con actores de la talla de su investidura. La película se llama Los dos Papas y cuenta la transición entre Benedicto XVI (que renunció al pontificado de la Iglesia Católica) y Francisco, elegido por los cardenales.
El filme es de 2019, lo dirigió el brasileño Fernando Meirelles, tuvo un paso por los cines y después se instaló en la plataforma Netflix.
Benedicto XVI fue interpretado por Anthony Hopkins y Francisco por Jonathan Pryce, de notable parecido físico en la vida real con el Papa argentino, quien fue nominado para el Oscar, que finalmente perdió con Joaquin Phoenix, por su rol en Guasón..
La película pivotea constantemente en el juego de los opuestos. Joseph Ratzinger, o Benedicto XVI, es conservador, defensor del Dogma y de la Doctrina de la fe. Bergoglio o Francisco viene a romper mucho de lo establecido, reniega y renuncia a todos los lujos. Conviven, sabemos, porque uno renunció al pontificado de la Iglesia Católica, y el otro fue electo por los cardenales. Uno es pintado casi como un troglodita, un retrógrado, o con salidas y respuestas infantiles, el otro es locuaz, popular y abierto.
Aunque en lo que están de acuerdo es en enfrentarse al aborto y al matrimonio entre homosexuales («el plan del Diablo”), y hasta comparten una pizza y un par de naranjas Fanta.
Los dos Papas, en verdad, trata más sobre el argentino. Será por cuestión de carisma, afinidad o porque lo vieron como un personaje más fácil de generar empatía con el espectador, lo cierto es que conocemos a Jorge Bergoglio de joven (al que lo interpreta con convicción y verosimilitud el también argentino Juan Minujín) y de adulto, en su vida diaria y sencilla, y aprendemos cómo dejó el amor de una chica para dedicarse a Dios.
El filme no le escapa a la etapa de la dictadura militar en la que Bergoglio salvó vidas, sí, pero le dio la comunión a Jorge Rafael Videla en su casa, y hay que ver cómo se banca que otros curas de la Villa 21 le digan “¿Hasta cuándo te vas a quedar callado?”.
Son esos momentos, y no solamente para el público argentino, los más álgidos, e intensos, donde el filme abandona el tono afable y se torna dramático, con los vuelos de la muerte, la aparición de Astiz, la represión y el secuestro de curas y civiles. Y allí Benedicto, que era como un dinosaurio y todo lo que opinaba parecía provenir de un necio, se vuelve lúcido y más que aleccionar, contiene a su par.
También se habla de los abusos de curas a menores, de pecadores y víctimas, todo en los jardines o habitaciones de la residencia papal de verano en Castel Gandolfo.
Pero luego Los dos Papas retoma la senda del relato amigable, con Francisco y Benedicto viendo la final de la Copa del Mundo 2014 frente a un televisor, o bailoteando tango, tarareando Dancing Queen, de Abba.
Y es que cuando los personajes no largan frases célebres, armadas y grandilocuentes, como en la primera media hora, y Pryce y Hopkins salen a actuar y mostrar todo lo que pueden tener debajo de la sotana -cuando Meirelles no los encorseta-, sin salirse del libreto la relación es más fluida y hasta pareciera sincera. Con los conflictos espirituales, y por supuesto morales.
Los cónclaves en los que se eligieron a ambos Papas no podían no estar, y están. Hay una muy buena reconstrucción de época, tanto en Buenos Aires como en lo que sería el Vaticano.
Qué dijo Jonathan Pryce de su rol como Francisco
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El primer avance de la película de Netflix que retrata la intimidad del traspaso del poder pontificio entre Benedicto XVI y Francisco.
En charla con Clarín, Jonathan Pryce contó qué le sucedió cuando le ofrecieron el papel de Francisco. “Cuando me llamó mi representante, me asusté un poco. Quiero decir: en el pasado interpreté a gente real, y ciertamente interpreté a argentinos reales. Pero ya muertos. Estaba muy nervioso: tenés que hacerle justicia al hombre, y a 1.200 millones de católicos que lo siguen o no. No había leído el guion, y si era sólo una biografía hecha y derecha, no me habría interesado. Una vez que lo leí, no tuve dudas. Y menos sabiendo que lo iba a dirigir Fernando Meirelles, uno de mis cineastas favoritos desde Ciudad de Dios. Estoy feliz de haber aceptado finalmente”.
Y continuó: Mi trabajo era investigar cómo decirlo, qué clase de voz iba a usar. Él habla muy suavemente, es muy medido y calmo. Lo cual es maravilloso: en términos teatrales, alguien que es una figura poderosa no tiene necesariamente que hablar fuerte. Miré muchos videos de YouTube de él y descubrí que camina como yo. Es extraordinario: toda mi vida la gente me preguntaba por qué rengueaba, y yo respondía que era mi forma de caminar. Porque tengo una rodilla mala».
Y finaliza: «Busqué videos de antes de que se convirtiera en Papa. Eso fue lo más importante para mí. Hay uno en el que en el que se ve su lado oscuro: le cuestionan su involucramiento con la Junta militar y él está sentado, tamborileando los dedos en la mesa, con un rostro muy triste, enojado. Ahí entendí el arco dramático de mi personaje. Hablé acá con gente que trabajó con él y que no lo apreciaba, porque era bastante severo y disciplinario. Y cuando fue elegido Papa no lo reconocieron, porque estaba sonriendo. Ellos lo conocían como el hombre que nunca sonreía. Cuando me preguntan cómo compuse el personaje, digo que yo no lo compuse: él lo hizo. Porque cambió. Y la película habla de la necesidad de cambio».
La experiencia de Minujín
El actor argentino Juan Minujín le contó a Clarín acerca del rodaje y su interpretación de Jorge Bergoglio joven: “De Bergoglio hay muchísimo material de archivo a partir de los 60 años. Pero de la edad que yo hago, nada. Y hay pocas fotos de él cuando es joven. Me vi horas y horas de videos en YouTube, tanto de Bergoglio como de Francisco, porque también hay una transición importante ahí que trabajamos”.
“La propuesta me llegó por Fernando (Meirelles). Hicimos un par de lecturas con él y después viajé a Londres a trabajar con él y con Jonathan (Pryce) la transición del personaje, la cadencia en el decir, el acento en inglés de un argentino, el caminar… Digamos, empezar a construir una misma persona”, decía el actor, vestido de cura, en uno de los tráilers del set.
«El estándar era muy alto. Fuimos corrigiendo cosas desde el decir. Y aportando detalles más precisos de lo que pasaba en los ’70 y en los ’80 en Argentina. Yo era chico, pero conozco perfectamente la historia. Me parece que es una película que tiene una mirada desde el afuera, pero que está muy hecha carne acá. No es una mirada for export de la Dictadura, pasada por arriba», concluyó.