Cuatro días después del accidente náutico que este lunes le costó la vida a Mila Yankelevich (7), la nieta de Cris Morena, y a la chica chilena Erin Koh (13), en la reconocida Bahía de Biscayne, en Miami, persisten la consternación y una investigación que parece avanzar de manera silenciosa, sin grandes anuncios.
Según fuentes oficiales, la barcaza que chocó con el velero en el que iban las víctimas estaba destinada a trabajos de construcción marina en Miami Beach, era empujada por un remolcador y contaba con una grúa y pilotes para la instalación de muelles y obras de defensa costera.
Al momento del hecho, esta embarcación estaba tripulada por dos personas: un capitán en el remolcador y un tripulante de cubierta en la proa como encargado de la vigilancia. Esta tarea consiste en alertar sobre obstáculos y embarcaciones pequeñas en la ruta.
Ahora, las autoridades investigan si ese procedimiento se cumplió adecuadamente y si la barcaza tenía permiso para operar en ese horario y en ese sector navegación, muy transitados por embarcaciones recreativas y educativas.
Según las primeras imágenes públicas, el remolcador empujaba la barcaza a baja velocidad cuando colisionó con el velero en el canal ubicado entre Hibiscus Island y Monument Island (Flagler Memorial Island) a unos 25,79° norte y 80,16° oeste.
De acuerdo al informe forense del condado Miami-Dade, Mila y Erin murieron por ahogamiento accidental, a pesar de que todas las víctimas llevaban puestos los chalecos salvavidas, lo que lleva a los investigadores s suponer que quedaron atrapadas debajo del casco del velero.
Si bien hasta el momento no se informó oficialmente quién es el dueño de la barcaza ni qué empresa estaba a cargo del remolque, como así tampoco de qué lugar exacto zarpó, se pueden obtener distintas características y funciones de este tipo de embarcación, que son sistemas de elevación flotantes con cascos rectos y gran desplazamiento.
Una barcaza típica, como la que chocó con el velero en el que iba una clase del Yacht Club Miami, puede llegar a pesar 1.400 toneladas y medir unos 59 metros de largo, sin contar el remolcador, que tiene una altura aproximada de unos 10 metros.
En contrapartida, el velero era un modelo Hobie Getaway, que medía unos 5,2 metros de largo y pesaba apenas 176 kilos, una diferencia de escala que ilustra el riesgo de compartir canales estrechos con las grandes embarcaciones.
Las barcazas están diseñadas para soportar una grúa y transportar cargas pesadas, no para navegar con agilidad. Por eso son remolcadas o empujadas por tugboats.
Tienen una distancia de frenado extensa. Al respecto un piloto del Puerto de Miami advirtió que puede tardar hasta media milla (unos 800 metros) en detenerse y que la respuesta del timón se percibe recién después de unos 200 metros. Si surge un velero a corta distancia, resulta casi imposible frenar o virar a tiempo.
A su vez, la grúa y los pilotes obstruyen la visión frontal del capitán, por lo que es esencial que el tripulante de cubierta actúe como vigía en la proa.
Además, muchas barcazas son bajas y, especialmente de noche o con reflejos, resultan difíciles de identificar para otros navegantes. De hecho, la BoatUS Foundation advierte que los remolcadores con barcazas suponen un peligro especial porque pueden pasar desapercibidas y varios accidentes ocurren cuando las embarcaciones de recreo intentan atravesar la cuerda o el espacio entre el tugboat y la barcaza.
Permisos y regulaciones para operar
La barcaza involucrada en el accidente estaba realizando trabajos de infraestructura costera en la Bahía de Biscayne y para poder operar allí se requieren varios permisos.
–Permiso de Clase I (Miami‑Dade County): la Sección 24‑48 del código del condado exige este permiso para cualquier obra sobre aguas de marea o humedales costeros, como la construcción de muelles o el dragado.
–Permisos federales del U.S. Army Corps of Engineers: las obras en aguas navegables necesitan autorización bajo la Ley de Puertos y Ríos de 1899 y la Ley de Agua Limpia.
-Supervisión de la Guardia Costera y la Comisión de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC): estas agencias regulan la seguridad, verifican la habilitación de remolcadores y barcazas e investigan accidentes.
Qué dicen las estadísticas
La Bahía de Biscayne es una de las zonas náuticas más concurridas de Florida. Según el Informe de Accidentes de Navegación 2024 de la Florida Fish and Wildlife Conservation Commission, el estado registró 685 accidentes náuticos y 81 muertes ese año. El condado de Miami‑Dade encabeza la lista con 75 incidentes.
La mayoría de los accidentes involucran colisiones con objetos fijos o entre embarcaciones de distinto porte y, en dos tercios de los casos fatales, los operadores carecían de formación náutica.
Aunque no existen estadísticas oficiales específicas sobre choques entre barcazas y veleros recreativos, expertos en seguridad náutica señalan que la combinación de embarcaciones de gran porte, lentas y pesadas con otras a vela, ligeras y poco visibles en canales estrechos aumenta el riesgo.
Cuál tenía derecho de paso
Las Reglas de Navegación estadounidenses (33 CFR) establecen que los veleros tienen derecho de paso sobre las embarcaciones motorizadas, salvo cuando estas están “restringidas en su capacidad de maniobra”, por ejemplo, al remolcar una barcaza pesada. Aunque esto no exime al remolcador de cumplir obligaciones claves.
-Mantener un vigía por vista y oído en todo momento. Para una barcaza, implica contar con un tripulante en la proa y buena comunicación con el capitán.
-Poder maniobrar y detenerse para evitar colisiones. Incluso a bajas velocidades, un remolcador debe ajustar su marcha a la densidad del tráfico y a su capacidad de frenado.
-Mostrar luces reglamentarias para que otros navegantes identifiquen que se trata de un conjunto remolcador‑barcaza y mantengan distancia.
Abogados marítimos recuerdan que, aunque una barcaza con remolcador puede tener prioridad, sus operadores deben mantener vigilancia y reducir riesgos; no ver al velero o no bajar la velocidad podría considerarse negligencia. Por eso, la investigación oficial analiza si el vigía actuó correctamente y si el capitán del remolcador respetó la velocidad de seguridad.
Mientras tanto, la Guardia Costera y la FWC continúan recabando datos sobre las licencias y permisos de navegación. También se revisan los sistemas de comunicación y señales utilizadas por la tripulación para determinar si cumplieron con los protocolos exigidos para este tipo de embarcaciones pesadas.
La tragedia frente a Hibiscus Island demuestra hasta el momento que, en un entorno tan congestionado como la Bahía de Biscayne, son muchas las cuestiones a tener en cuenta porque marcan diferencias y pueden resultar decisivas.
AA