Javier Milei tiene la íntima convicción de que el plan divino que Dios le encomendó en 2020 está bien encaminado.
El plan, como se recordará, es el que Karina Milei le transmitió a su hermano, que se lo había comunicado su ya por entonces fallecido perro Conan (muerto en 2017), quien los hermanos creen que desde el más allá intermedia con el “Uno”. Esto es lo que se sabe a partir de los dichos y escritos del propio economista y de lo que viene investigando la revista Noticias a través de los amigos que supieron de ese tipo de eventos místicos.
El plan divino avanza, según Milei, porque está logrando “domar” a los enviados del Maligno en la Tierra, que son los zurdos, los defensores del Estado, la casta, las ratas del Congreso, los empresarios prebendarios, los empleados públicos, los econochantas y los periodistas a los que aún no se odia lo suficiente a pesar de sus insistentes incitaciones para odiarlos más.
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También está bien encaminado, para él, el plan de convertir a la Argentina en una potencia mundial. Ya logró contener una inflación que, según sus particulares cuentas, avanzaba al 17.000% anual y eliminó el déficit fiscal a fuerza de licuadora (baja real de salarios públicos, jubilaciones e inversiones) y motosierra (reducción de dependencias estatales).
Así las cosas, el plan contempla que la inflación pronto llegue a cero, el dólar se mantenga estable y los inversores descubran que este es un lugar adecuado para generar proyectos y dinero.
¿Será así?
Él considera que sus planes están bien encaminados. Porque está «domando» a los enviados del Maligno…
A los ojos del mundo. A los problemas inherentes a su plan económico (incapacidad de acumular reservas, retraso cambiario, déficit de la cuenta corriente, pérdida del poder adquisitivo, caída del consumo para el 70% de la población, cierre de 15 mil pymes, aumento del desempleo, etc.) se les suman los originados en su plan divino.
Es que, a los ojos de la racionalidad inversora, el plan del país potencia no marida bien con el de la batalla cultural para vencer al Maligno.
Esto se debe a que en pos de su lucha mítica contra el Mal, Milei se exhibe ante el mundo como un outsider agresivo y mesiánico, que solo le rinde cuentas a quien le encomendó su misión. Ajeno a los procesos institucionales y al relacionamiento republicano que por lo menos la mayoría de los países centrales considera normal.
Esta semana, dos importantes medios internacionales se hicieron eco de algunas de esas anormalidades.
Uno fue The New York Times, que mencionó la campaña de difamación contra la periodista Julia Mengolini, de la que Milei se hizo eco, como ejemplo del estado de persecución hacia quienes piensan distinto. En la nota se entrevistan a especialistas de distinto signo que le confirman al diario más influyente del planeta el ataque sistemático del Gobierno a la libertad de expresión. Entre otros, se menciona un informe de Amnistía Internacional sobre la cantidad de periodistas insultados por Milei y una frase final de su directora en el país, Mariela Belski: “Lo que más nos preocupa en este momento es la incitación al odio”.
El segundo medio es la Deutsche Welle, el célebre servicio alemán de noticias disponible en treinta idiomas. La investigación también gira en torno a los ataques de Milei a la prensa, pero haciendo foco desde el título en su “irracionalidad”. El informe habla de “personalidad explosiva”, “violencia de género”, “discurso violento”, “desquiciado y vulgar”, “metodología fascista” y “clima de miedo”.
Dónde están las inversiones. ¿Cuántos inversores atraerá un país liderado por alguien así? ¿Qué tanta tranquilidad les transmitirá un hombre que siempre parece al borde del colapso? ¿Gobernar por decreto o a fuerza de adhesiones circunstanciales será la mejor forma de generar previsibilidad?
Durante su primer año de gobierno, la inversión cayó el 17%. Hasta ahora, el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) apenas atrajo cuatro propuestas. Esa debilidad fue la señalada por la Fundación Pensar, el think tank del PRO, que tanto molestó a Milei: “Las inversiones no van a llegar por el mejor marco impositivo. En la medida en que eso sea temporario, nada va a servir. Un país sin consensos básicos, sin estabilidad de las políticas, no tiene inversión porque no tiene destino”.
En la edición de julio de la revista Fortuna, se le pregunta al reconocido y moderado economista Orlando Ferreres cuál es el clima actual en cuanto a las oportunidades de negocios y de inversión real. Contestó: “La inversión real es muy baja, llega al 20% del producto bruto, que es parecido a la amortización del capital. Esto se aprecia en las rutas, en transporte, en las fábricas, donde no se están viendo nuevas inversiones (…) lo que falta es confianza para que haya inversiones permanentes”.
…y por la baja de la inflación y el superávit. Pero la confrontación y el mesianismo nunca generan inversiones.
Sin acuerdos básicos consensuados, en medio de una grieta social alimentada desde el Gobierno y aprovechada por la oposición más extrema y con un presidente en llamas, es difícil imaginar inversiones serias y de largo alcance. Quizá aparezcan las de corto plazo, más riesgosas tanto para inversores como para el país. Aunque por lo pronto se conoció la recomendación del JPMorgan a sus inversores de “dar un paso atrás con la Argentina”: “Preferimos reducir el riesgo por ahora”.
Siempre se dice que la otra cara de la incertidumbre económica para atraer inversiones es la inseguridad jurídica. Aquí, esa desconfianza se asocia con la influencia del poder político sobre los jueces que deben resolver sobre la libertad, los derechos de propiedad y los conflictos económicos de las empresas, las personas y el Estado.
Espanto. Los empresarios lo sienten en carne propia, pero la relación entre desarrollo y seguridad institucional está estudiada por especialistas de todas las tendencias, como los premios Nobel Douglass North, Daron Acemoglu y James Robinson. Estos dos últimos son los autores del best seller Por qué fracasan los países. Allí muestran cómo, a lo largo de la historia, el desarrollo institucional de las naciones es el que garantiza su prosperidad.
En este punto, cabe recordar la investigación de la académica estadounidense Gretchen Helmke sobre la Justicia argentina, cuando tras analizar 7.500 fallos llegó a la conclusión de que los jueces y fiscales eran complacientes con los gobiernos de turno mientras conservaban el poder y volvían a ser independientes cuando lo perdían. Lo llamó “la lógica de la defección estratégica”.
¿Servirá como ejemplo de justicia eficiente e imparcial la causa que terminó con el desbaratamiento de una peligrosa organización delictiva que arrojó caca frente al domicilio del diputado Espert y cuya líder fue detenida en un penal de máxima seguridad? ¿O, por el contrario, ese tipo de actitudes de la Justicia deja al descubierto su lentitud o inacción frente a otros hechos que involucran al poder de turno, como el escándalo $Libra o la incitación al odio?
Es difícil definir cómo se mide el éxito del plan divino del Presidente. Pero si el objetivo final de su plan económico es alcanzar el desarrollo sustentable del país, este no es el camino.
Él repite que si se quieren resultados diferentes no hay que hacer siempre lo mismo. Sin embargo, Milei no solo insiste en el mismo error de otros gobiernos de apostar a la fractura social y a la falta de consensos, sino que lo profundiza día a día.
La confrontación y el mesianismo nunca van a seducir inversores.
Los espantan.