Con el objetivo de expandir sus fronteras comerciales a más de 50 países y posicionarse entre las 20 empresas que más facturan a nivel global en el segmento de la salud animal, el laboratorio argentino CDV construye una de las plantas de vacunas veterinarias más grandes de Sudamérica y del mundo. El nuevo establecimiento, de más de 14.600 metros cuadrados, se levanta en el Parque Industrial de Pilar, provincia de Buenos Aires, y está en su etapa final de obra. La inversión ronda los 80 millones de dólares y apunta a multiplicar la capacidad productiva de la firma, que hoy ya no logra cubrir la demanda creciente de sus productos.
“Tenemos un plan de expansión de 10 años para llevar CDV a todo el mundo, a más de 50 países. Y en ese plan, obviamente, tenemos que crecer en capacidad productiva porque no damos abasto hoy con las entregas y las producciones. Además, nuestro objetivo final es estar en el top 20 mundial de facturación”, explicó a LA NACION Juan Roo, gerente general de la empresa. Ese camino, detalló, comenzó hace unos cinco años. Actualmente, la firma ya tiene registro en alrededor de 30 países y sigue avanzando con el proceso de habilitación de productos en mercados clave.
Fundada en 1985, CDV cuenta hoy con dos plantas operativas: una especializada exclusivamente en vacunas contra la fiebre aftosa y otra dedicada a biológicos vivos de alta biocontención, donde se elaboran productos para peces y aves. La nueva planta se proyecta como una ampliación de esta última línea y permitirá diversificar la producción incorporando nuevas especies.
“Se suman nuevas especies que no teníamos: vacunas de cerdos y de mascotas, que están en proceso de desarrollo; vacunas para equinos, que prácticamente ya tenemos terminadas; y toda la línea de vacunas para aves. Eso se agrega a lo que ya tenemos: vacunas para bovinos, ovinos, caprinos y para acuicultura, principalmente salmones”, señala Roo.
La idea de levantar este nuevo establecimiento se formalizó en 2021. Aquel año se aprobó el proyecto y comenzaron dos años intensos de diseño. “Después tuvimos bastantes demoras para empezar la obra porque no teníamos los permisos necesarios para poder construir”, relató el ejecutivo. Finalmente, en octubre de 2023, las obras comenzaron y hoy avanzan hacia su etapa final: 14.600 metros cuadrados dedicados exclusivamente a biológicos. “Esta planta es tres veces más grande que la de aftosa que ya tenemos. Para lo que es una planta de vacunas o planta de biológicos, como se le dice, es una planta realmente muy grande”, afirmó Roo.
Si bien el presupuesto inicial era de 50 millones de dólares, el monto final superará los US$80 millones. “Esto se debe, en parte, a ajustes en la construcción, pero sobre todo a desvíos macroeconómicos propios de la economía argentina”, reconoció.
Los productos elaborados en esta planta tendrán como destino inicial a mercados de Oriente Medio, el sur y norte de África, y Asia. En una segunda etapa, el plan contempla llegar a Europa y Estados Unidos. “El plan es abarcar a todo el mundo”, dijo.
Hoy, la compañía factura alrededor de 70 millones de dólares. Para entrar al top 20 global necesita alcanzar un volumen de negocios cercano a los US$250 millones. El mercado global de la salud animal —solo en el segmento de vacunas y prevención— mueve alrededor de 11.000 millones de dólares por año. “Y nosotros apuntamos a vender 250 millones. No buscamos una cuota gigantesca del mercado, sino una parte alcanzable”, expresó Roo.
“Para lograrlo en los próximos cinco años tenemos que sumar las especies que hoy están en desarrollo y conquistar todos los mercados que se están abriendo”, remarcó.
El motor de esta expansión se apoya en varios factores. Uno de los principales es el crecimiento sostenido de la demanda global de proteínas animales. “Uno de los principales impulsores de esta demanda es China. En su crecimiento, China saca a 20 millones de personas de la pobreza; esas personas empiezan a consumir carne y, además, tienen mascotas. Son las dos variables que se repiten, y esto también ocurre en otras partes del mundo”, dijo.
A este cambio en la demanda se suma una limitación en la oferta. “Los países con mayor capacidad de abastecer esa demanda no son Europa, que no es un gran proveedor de proteína animal, ni Estados Unidos, que tiene un altísimo consumo interno. Las regiones que pueden cubrir esa demanda son Sudamérica, Oriente Medio, parte de África y parte de Asia, principalmente en lo que respecta a la producción porcina. Y todos esos países empiezan a adoptar cada vez más tecnología. Nosotros estamos del lado de la prevención. Y la prevención genera mayor eficiencia”.
Roo subrayó que el verdadero desafío está en competir con las grandes empresas del sector. “El mercado está dominado por tres o cuatro grandes laboratorios. Pero creemos que podemos competir con productos mejores, más eficientes y con planes adaptados a cada mercado”, señaló.
En esa línea destacó el valor de trabajar con distribuidores locales que conocen a fondo cada plaza. “Cuando las multinacionales desembarcan en un país, muchas veces reemplazan a los distribuidores históricos. Aliarse con esos distribuidores te abre muchas puertas, porque saben cómo moverse. Entonces, hay distintos factores que nos permiten participar y crecer”, explicó.
Por último dijo que hoy los estándares de salud animal van convergiendo hacia lo que se conoce como “una sola salud”, y esta planta, para alcanzar los niveles más altos a nivel mundial —europeos, americanos, japoneses, que son las certificaciones más importantes—, tiene que tener un diseño constructivo de nivel farma humana. Esa fue la génesis de este proyecto.
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